· postales · 4 min lectura
Un amor oculto
Postal Nro. 02
Escrito por Facundo Barreto
Hola,
Hace unos días nada más empezamos esto de compartir juntos la fe, de aventurarnos a este nuevo formato de cartas escritas entre vos y yo. ¿Cómo estás? Siempre encontré en esta pregunta un amor oculto, un gesto tan pequeño capaz de movilizar un corazón entero ¿Lo notaste vos también? Están ahí las palabras, solo que por alguna razón no siempre permitimos que nos interroguen en lo profundo, no nos dejamos responder con sinceridad y muchas veces caemos en la respuesta programada y devolvemos la pregunta rápidamente.
Cada vez me encuentro más seguro de que a Dios le gusta cuidar de los detalles como estos, le gusta estar ahí con pequeñas sorpresas, con palabras simples pero que atraviesan, con miradas que iluminan y sonrisas que son capaces de borrar cualquier disgusto. Si mirás bien, los días están llenos de estos pequeños milagros. Por eso es que creo con todo mi corazón que estas palabras sabrán llegarte en el momento justo y transformarse en uno más de esos presentes que Dios te tiene preparado para hoy. Cada día Él espera enamorarte con un detalle, espera sacarte una sonrisa, un simple gracias, y demostrarte que no hay nada más valioso que tu corazón y que lejos de querer impresionarte, solo busca ser comprendido y acogido. Pero cuántas veces ignoramos los presentes que nos da, cuántas veces pasamos de largo y creemos que es Él quien nos deja solos.
Guardo unas palabras que desde hace tiempo me acompañan y que vuelvo a redescubrir cada tanto, estas palabras llegaron a mí posiblemente en un momento donde mi corazón estaba inquieto y necesitaba encontrar uno de esos regalos de Dios para sentirme a su lado. Las mismas son de San Agustín, en uno de los sermones (Sermón 232) donde reflexiona sobre la fe del Buen Ladrón, donde se interroga cómo fue posible que aquél hombre reconociera a Cristo en su peor momento, cuando incluso a los discípulos les costaba creer, cómo hizo para ver su gloria cuando Cristo estaba clavado en la Cruz. Y la respuesta simplemente es que lo reconoció porque lo buscaba. El buen ladrón supo ver a Cristo porque lo estaba buscando con profunda sinceridad en su corazón.
Estas palabras, que para algunos pueden no tener sentido, llegaron a mí en el momento justo, fueron un regalo de Él, una forma de decirme que no bajara los brazos, que siguiera buscando con todo mi corazón, que reconocemos a Cristo en la medida que lo buscamos, porque es en esa búsqueda, en esa inquietud, en esos pasos que nos generan dudas, donde vamos creciendo en la fe. Creo con todas mis fuerzas que ningún corazón puede encontrar a Cristo permaneciendo estático, que no hay pasos que te dirijan hasta él si te sentás a descansar a un costado del camino porque estás cómodo y a gusto en ese lugar. Y con esto quiero decir que muchas veces esas dudas, esos tropiezos, esas inseguridades a las que tanto miedo tenemos, son el motor que impulsa nuestros pasos, porque un corazón inquieto no descansará hasta encontrarlo, pero un corazón a gusto, ¿qué buscará? ¿qué motivará su camino?
Dios está en cada detalle, está presente en cada pequeño paso de tu corazón, te está acompañando siempre. ¿Lo crees? Un Dios que juega y se esconde porque quiere ser buscado con profundo amor. Un Dios que abraza todo.
Que tengas un día lleno de pequeños gestos de amor. Rezo por vos, ya sabés.
P.D.: Descubramos a Dios en los detalles. En el cantar de los pájaros en la mañana. En las sonrisas. En los abrazos. En el amanecer. En las palabras de alguien. En tu familia. En una llamada para saber cómo estás. En el atardecer. En la noche. En una amistad. En las miradas. En el silencio. En la naturaleza y en los demás. En una canción. En vos.
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Cartas a vos que estás del otro lado, escritas con el corazón.
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